lunes, 10 de marzo de 2014









La presente antología llena una doble función: presentar al lector de lengua castellana a Darie Novăceanu, hispanista de gran solera, cuyo trabajo sobre la aproximación entre el folklore gitano de su país y la poesía de García Lorca se ha constituido en indispensable en este ámbi­to, y un segundo cometido, el de presentar a doce poetas rumanos de entre los más destacados.

La noción de poesía que da Novăceanu en la nota preliminar: «Su­prema venganza del hombre contra el tiempo: el arte ávido que per­cibe el latido del tiempo y, como se reconoce víctima de él, opta por vengarse», acredita un toque de hondura en su visión general de la existencia; y cuando dice: «Los valores artísticos tienden a organizarse en un presente antihistórico», denota su viva preocupación de dotar a la poesía de un trasfondo ontológico.

La primitiva ambición de Novăceanu era la de incluir treinta o más poetas; hubo de recortarla, porque su primera idea «hubiera podido ser una buena muestra de inflación onomástica y al mismo tiempo de dispersión poética». Lo que más llama la atención a primera vista es que ninguno de estos doce poetas sigue directrices del llamado en esté­tica «realismo socialista», tan importante en ámbitos más ortodoxos marxistas.

Todos los poemas aparecen en alguna medida impregnados de cul­tura occidental, asimilada con gran sabiduría y en adecuada dosificación. Se hecha de ver en muchos de ellos influencia, pero no imitación, de los poderosos simbolistas: Baudelaire, Verlaine, Mallarmé y Rimbaud, y un influjo del subsuelo de Rilke y Holderlin. La impronta de Rim­baud y Mallarmé es muy ostensible en los poetas de vanguardia aquí recogidos. Resulta muy grato para el lector de lengua castellana la per­ceptible semejanza entre, por ejemplo, «Cansado» o «Bucólica» y algu­na de las rimas de Bécquer y de otros poemas con la poesía de Alberti, Lorca y Neruda.

Como advierte Novăceanu, se trata de una poesía muy porosa, «abierta y receptiva»; esto deja a un lado todo tipo de consignas, re­chazos, dogmatismos, rigideces. Resulta notable la absoluta separación entre arte y política. Quedan muy lejos de este tipo de poesía las intran­sigencias de un Lukács, y es curiosamente Lucien Goldman, otro ruma­no, uno de los que con más fuerza se opusieron a los excesos y durezas de las teorías lukacsianas.

La versión bilingüe hace resaltar la previa disposición a un encuen­tro entre nuestras dos culturas. Incluso sin entender el rumano, salta a la vista y a la sensibilidad, en la doble lectura, la gratísima resonancia de una latinidad común.

Como detalle a resaltar: entre los doce elegidos no figura ninguna mujer.

Trazaré las doce semblanzas con rápidos rasgos. El primero de los poetas presentados, Tudor Arghezi (1880-1967), es muy perfecto en la construcción idiomática, al decir de Novăceanu: «Avivó formas litera­rias desusadas e inventó otras, tales como la 'tablilla', ingeniosa mezcla de narración y ensayo penetrada de un lúcido lirismo: "¿Por qué estar triste, si es bello el tardío otoño y cada balcón es una nupcial cesta de flores / y la ventana se cubre de la hiedra enredada con venas de gli­cina...

Sigue George Bacovia (1885-1957), en quien el simbolismo francés es más perceptible que en el anterior. Como dice el antólogo, con bella expresión: «Cantó la lluvia en invierno, los suburbios y la muerte.» Se caracteriza por una obsesiva repetición de palabras claves; así:

Solo, solo, solo.

En la lejana posada

hasta el mozo duerme.

Las calles vacías,

solo, solo, solo...

Nos trae la resonancia de «Mujer con alcuza», de Dámaso Alonso. Y el tema de la muerte y del amor, amalgamados:

Hay algunos muertos en la ciudad, amor mío,

por eso vine a decírtelo;

Lucían Blaga (1895-1961) «vitaliza con gran destreza y sentido poético los grandes mitos de la naturaleza, el nacer, el renovarse y el morir»:

En la grata distancia, desde el pecho de una torre

siento cómo se quema el corazón de una campana.

O el principio de «Quietud»:

Tanta quietud me rodea que me parece oír

el choque de los rayos de la luna en la ventana.

Ion Barbu (1895-1962), por medio de un lenguaje mágico y preciso, muestra «un universo hermético presentado a través de temas filosó­ficos»:

No soy más que un eslabón de la gran duda.

Frágil, la unidad me es efímera, pero

un racimo de vida, de mi muerte emergen

y el verdadero nombre que llevé es «Ondulación».

Sigue la parte de la interesante obra poética de Tristán Tzara escri­ta en rumano, su lengua nativa, antes de que adoptase el francés como lengua literaria:

El viento llora en las chimeneas con toda la desesperanza de un orfelinato

O bien el principio de «Lamentación»:

Muro en ruinas

yo me pregunté

hoy por qué

no se ahorcó.

A continuación, Zaharia Stancu (n. 1902), novelista y poeta. Su novela Descalzo fue traducida a más de cuarenta idiomas; su obra poé­tica se caracteriza por su «estilo directo» y su «gran vibración»:

Ahí está el mar. Ahí la arena.

He sido mar, he sido arena.

El dolor empezó en el momento

en que tuvimos voz y rostro.

Virgil Teodorescu (n. 1909), inscrito en la obra surrealista, forma parte de la vanguardia literaria rumana:

Si cayera, tu sangre me sostendría como una red bien tendida.

Gellu Naum (n. 1915) es surrealista como el anterior y forma parte también de la vanguardia literaria de su país:

Los viejos llegaban desde muy lejos, vestidos con sus destrozados cansancios.

Nichita Stanescu (n. 1933), «uno de los líricos mejor dotados de su generación:

Ha llegado el otoño, cúbreme el corazón con algo, con la sombra

de un árbol, o mejor con la tuya.

Ion Gheorghe (n. 1935), «uno de los más inquietos espíritus de la nueva poesía rumana:

Hacia el anochecer, cuando se dejan caer los hombres hacia el vino,

cuando las mujeres se ponen las medias fosforescentes,

imagíname tú y sufre por mí...

A continuación se nos presenta el antólogo, Darie Novaceanu (n. 1937), que cultiva un tipo de poesía fino, conceptual e interesante:

Alguien se viste por la mañana con mis trajes

y va por las calles, sube a los tranvías,

sale maldiciendo de los ascensores defectuosos,

compra periódicos, estrecha la mano de mis amigos,

habla de mí como Judas, me vende por una sonrisa.

Y, por último, Dumitru M. Ion (n. 1945), uno de los más jóvenes poetas rumanos:

¿Qué más necesitamos nosotros, los muertos vivos: una tierra,

un retraso, una traición...?




Tal es, sucintamente expresada en brillante muestreo, la cita que con la poesía rumana actual, a través de doce de sus representantes, nos ofrece el gran poeta e hispanista Darie Novăceanu.


(Publicado en ARBOR, núm. 337.- Enero 1974)
................................................................................
C. Darie Novăceanu, 2014