miércoles, 18 de febrero de 2015



Sărbătorile poeziei




Tristan Tzara (1896-1963)


Nació en la ciudad de Moineşti y pasó su primera juventud en Bucarest,

donde publicará sus primeros poemas en las revistas Simbolul; Noua

revista, Chemarea etc., poemas que han quedado dispersos hasta que

su amigo poeta, Saşa Pana, los ha publicado en una edición imposible

de encontrar de 200 ejemplares, en la editorial Unu, en el año 1937.

Permaneciendo estos poemas totalmente desconocidos en otros idiomas,

es el mismo Saşa Pana el que publicará, en 1971, una nueva edición,

ampliada y con una tirada mayor. Del total de 34, hemos elegido

como muestra sólo algunos que anuncian, desde su primera formación

rumana, al futuro “dada”. Tristan Tzara abandonó su país en 1916, pero

mantuvo una estrecha relación con la cultura rumana, sobre todo con el

grupo de los poetas vanguardistas. Establecido primero en Zúrich y

luego en París, escribió, desde entonces, toda su obra en francés.

La segunda edición, completa y bilingüe, es obra nuestra, editada por

Prensas Universitarias de Zaragoza, en 2002.



Vacaciones en la provincia



En el cielo los pájaros inmóviles

como las manchas que dejan las moscas

los criados hablan delante del establo

y en el sendero florecen las boñigas de las bestias.



Por la calle pasa el señor con su hija

alegría de los mendigos al anochecer

pero tengo en casa un Polichinela con cascabeles

para olvidar mi tristeza cuando me engañas.



Mi alma es un albañil que regresa del trabajo

recuerdo de olor a farmacia limpia

dígame vieja lo que érase una vez

y tú prima avísame cuando cante el cuco.



Tenemos que bajarnos al barranco

que es Dios cuando bosteza

reflejarnos en el lago

con verdes sedas de ranas.



Seamos pobres al regresar

llamemos a la puerta del extranjero

con el pico de los pájaros en la corteza de la primavera

o no vayamos a ninguna parte

blanco luto de la chica del vecino.




Anochece



Vuelven los pescaderos con las estrellas del agua,

reparten comida a los pobres,

ensartan rosarios para los ciegos,

los emperadores salen de los parques

a esta hora que se asemeja

a la vejez de los grabados

y los criados bañan a los perros de caza,

la luz se pone los guantes;

ábrete pues, ventana,

y sal, noche, del cuarto como el hueso del melocotón.

Dios peina la lana de los enamorados sumisos,

pinta los pájaros con tinta,

cambia la guardia en la luna.



–Vamos a cazar escarabajos

para guardarlos en una caja.

–Vamos al río

para hacer vasos de barro.

–Vamos a la fuente para besarte.

–Vamos al parque comunal

hasta que cante el gallo

para escandalizar a la ciudad,

o al establo para acostarnos

para que te pinche la hierba seca

y oír el rumiar de las vacas

que después añorarán a los terneros.

Vamos, vamos, vamos.


Lamentación



Muro en ruinas

yo me pregunté

hoy por qué

no se ahorcó.



Lia, la rubia Lia

de noche con una soga.

Podría haberse mecido

como una pera madura.



Y habrían ladrado

los perros de la calle

habría llegado gente

mucha para verla.



Habrían gritado

«cuidado que no caiga»,

yo habría cerrado

el candado de la puerta.



Habría llevado una escalera

para bajarla

como una pera madura,

como una moza muerta

y la habría conducido

hasta una bella cama.


 

Domingo



El viento llora en las chimeneas con toda

la desesperanza de un orfelinato

acércate como un barco al matorral

prepara las palabras como las blancas camas de una

enfermería

porque allí puedes llorar sin estorbo

y huele a membrillos y abedul.



Cuéntame de paisaje lejanos,

de gente curiosa,

de la isla de los loros,

mi alma está alegre y atónita

como un amigo que regresa del hospital.




En tu voz hay mujeres viejas y buenas

tu brazo pasa por mi pecho como un arroyo

me gustan los animales domésticos

de la casa de fieras de tu alma.



En el puente un hombre inclinado

le silba al agua sin pensar

en nuestro sitio hace calor y alegría

como si hubieran nacido los corderos

y tu cuento se duerme como un niño

arrullando a un elefante de trapo

en nuestro sitio hay un silencio donde podrían

beber agua los caballos como en la fuente.

Pasan en largas filas por la calle las colegialas

y en cada mirada hay una casa paterna,

con buena comida y hermanas menores

y con flores que se columpian en las ventanas.



Transita el viento por los corredores cuando anochece

como una larga serpiente golpeando las piedras con su cola.

El lago está cosido con hilo

los ahogados salen a la superficie,

los patos se alejan.



En casa de los vecinos

el padre besa a la hija indiferente,

le aconseja al despedirse

el arroyo se cerró como detrás de una muchacha

las puertas de un monasterio

era el espantoso gorgoteo del suicida,

las ranas han callado un instante.



Voy a encontrarme con un poeta triste y sin talento.



Prima, colegiala


Prima, colegiala vestida de negro, cuello blanco,

te quiero porque eres ingenua y estás soñando

y eres buena y lloras y destrozas cartas sin sentido

y te pones triste porque estás lejos de los tuyos y aprendes

con las monjas donde falta por la noche el calor.



Los días que quedan hasta las vacaciones cuentas otra vez

y te acuerdas de un grabado español,

en el que una infanta o duquesa de Braganza

viste un traje largo como mariposa sobre una corola

y se divierte dando de comer a las gatas esperando a un caballero.

En la alfombra hay loros y otros pequeños animales,

pájaros que cayeron del cielo

y tendido junto a la butaca enlutada

en el suelo –delgado y tiritando– hay un podenco

como una piel de armiño caída de los hombros.

Ella quiere levantarse, pero

se acuerda de algo y acaricia el collar

porque ve al caballero –y eso es todo:

se acerca al canapé la hermana Beatriz o Evelina,

la profesora de historia o la de griego y latín

Ay, por qué cuando se acercan las vacaciones

ay, por qué los días pasan tan lentamente…

Las hojas y las flores caen como hojas del calendario;

la vida es triste, sin embargo es un jardín!

Y la infanta o duquesa de Braganza

se duerme otra vez y no te importa –pues cuentas

otra vez los días con los dedos– hasta las vacaciones.



Empiezo de nuevo la carta y escribo: «ma chère cousine

je croyais hier entendre dans ma chambre

ta voix tendre et câline»…

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© Darie Novăceanu - 2015