viernes, 2 de enero de 2015




 Sărbătorile poeziei

Dimitrie Stelaru (1917-1971)


Nacido en una aldea de las orillas del Danubio, pasó gran parte de su
vida en ocupaciones inexplicables para sus biógrafos, como portero o
estibador, durmiendo en los parques o en las calles. Comenzó a publicar
poesía en 1937, editando sucesivamente cinco volúmenes de su
creación, para callarse después por un período de casi diecisete años.
OBRA: Poesía: Abracadabra; La primavera del dolor; Maldición,
Escalones de mármol; La noche del genio; Las fortalezas blancas;
Hombres y llamas; Mare incognitum; Non-muerte; Columnas; Los dioses
cazan ratones; La serpiente Marao.

Para algunos

Después de mi muerte ¿de quién será la tierra
y los búfalos salvajes y estrellados?
Debajo de mis ruedas de rayos azules
Olivia tendrá fiebre
y dibujará mi retrato sin cara
y ¡qué montón de manos ávidas
por las siete monedas dentro del ataúd!
Te quedas en la tela de araña para coger el oro,
nunca habías caído de la luna,
ni las piedras de los ríos
te han hecho sangrar los pies.
Eres tan pequeño bajo la luz de los relámpagos
que nadie tiene sed de ti.

Solo

Estoy tan solo en este mundo
como Dios sin cielo,
sin hombres, sin nadie;
como sólo yo lo estoy.

La mujer que vendía opio,
se ha caído junto al árbol, hambrienta.
Estoy tan solo, Dios mío,
que puedo oír mis raíces
como regresan hacia la tierra,
hacia la tierra y la muerte.

Joven viejo

Cuando era viejo
amaba a los caballos, las crines
y la salvajería,
detrás de mí gritaban las estrellas errantes.
Me he reído en el lomo de los fantasmas
vestidos al final con mucho pudor;
olvidado por las plañideras
como una campana sin voz,
mi fuego ya es ceniza.

Ahora soy joven como Marsyas
y los caballos pastan la hierba de mi cuerpo.



 

Perros

¡Diantre! qué negro eres; tienes los colmillos
más blancos que su corazón.
Jamás has lamido el hocico
de los chivos y de los gatos o el de otros infames.
Nosotros somos hermanos y somos reyes,
entre los locos de abajo;
vámonos para aullar por la libertad
y para roer el último hueso.






Ángel vagabundo

Nosotros, Dimitrie Stelaru, jamás hemos conocido la
Felicidad,
más allá de la Humildad no hemos tenido otro Sol;
pero ¿hasta cuándo, ángel vagabundo, hasta cuándo
este cuerpo desnudo y hambriento?

Nos hemos partido los huesos
sobre las losas de las iglesias,
por los bosques, por los barrios pobres,
nadie nos ha mirado al menos una vez,
nadie, nadie…
Nos estamos muriendo con cada obstinación
y la herida de las manos busca el pan tirado.

Los grandes jueces nos han encarcelado,
perseverando en la niebla de sus leyes;
sobre nuestras frentes pálidas han escrito:
«Vagabundos, ladrones, locos. Piltrafa del pueblo.
Su casa es la cárcel. Cerrad bien las puertas».

Algún día, tal vez al alba, sangraremos
y las horcas nos llevarán al cielo.
Pero no tengas pena, Dimitrie Stelaru, no tengas pena,
algún día vendrá también para nosotros la gran fiesta,
tendremos pan, mucho pan
y una botella de menta sobre la mesa.


Para los jueces

Y vosotros, hombres honrados, vosotros,
mujeres vestidas de pasiones,
¿por qué no llorar? ¿Cómo quedarme
entre las paredes con el fantasma
de la que robó mi amor?
Yo le hablaba como si fuera pan dulce,
cubría las suaves noches
con el sonido de su cuerpo.
Era tan bella que la luna hacía bajar
sus perezosas mariposas
sobre la luna de su vientre
y se quedaba a su lado como una nieve astral,
hasta en la madrugada,
cuando la alegraba la salida del sol.

Cuando sus manos se plegaban hacia el Norte,
o hacia el Sur –allá estaba yo. Siempre conmigo.
Se me antoja que hasta el rugido del viento
hacía parar sus largas cuerdas
al lado de los estambres de sus dedos.

¿Cómo quedarme entre las paredes
con el fantasma de la que me robó el amor?
El camino, los bosques del sueño y la muerte,
incluso la muerte,
empezaban desde el jardín de su cuerpo.
Pero su alma estaba en otra parte, se había ido.
Como una depravada, me vendía escoria y palabras.
Me hacía emborrachar con mi propia borrachera.
Así fue como perdí mis sentidos,
asi perdí mi razón,
sus señorías,
vosotros, hombres honrados y vosotras,
mujeres vestidas de tantas pasiones.

R. Darie Novăceanu- 2014