Sărbătorile poeziei
Nichita Stánescu (1933-1983)
El más importante poeta
de la “generación del ‘60”, destaca fundamentalmente
por su expresión
contenida y su rigurosa capacidad de síntesis.
Muy cuidadoso con el
lenguaje, innovador de fórmulas poéticas e
introductor del léxico
técnico. Un quehacer continuo nutrido sobre todo
de influencias modernas.
Candidato al Nobel, murió en diciembre del
‘83 gritando “Tengo
frío”, cuando el frío no era solamente físico.
Obra - Poesía: El sentido del amor; Una visión de los sentimientos; Once
elegías; Poemas; Laus Ptolomae; Las no palabras;
Rojo vertical; Una
tierra llamada Rumanía; En el dulce estilo
clásico; La grandeza del frío;
Libro de lectura; El estado de la poesía; Objetos.
Emoción de otoño
Ha llegado el otoño,
cúbreme el corazón con algo,
con la sombra de un árbol
o mejor con la tuya.
A veces me temo que no te
veré más,
como si me crecieran alas
apuntadas hacia las nubes,
como si te escondieras
dentro de un ojo desconocido
que se va a cerrar como
una hoja de geranio.
Y entonces me acerco a
las piedras y me callo,
tomo las palabras y las
ahogo en el mar,
llamo a la luna y la hago
salir
y la transformo en un
inmenso amor.
Segunda elegía, gética
En cada hueco estaba
sentado un dios.
Si se abría una piedra,
en seguida era traído
y colocado dentro un
dios.
Bastaba que se rompiera
un puente
para que en este sitio se
sentara un dios,
o en las carreteras
bastaba un hoyo en el asfalto
para que se sentara un
dios.
Ay, no te cortes la mano
o el pie,
por error o con
intención,
enseguida pondrán dentro
de la herida un dios,
como en todas partes.
Pondrán dentro un dios
para tener a quien rezar,
puesto que él
defiende todo lo que se
aleja de sí mismo.
Ten cuidado, campeador,
no pierdas
el ojo
porque van a traer y
meterán
en el hueco un dios
y él va a sentarse allá,
de piedra, y nosotros
moveremos nuestras almas
honrándole…
Incluso tú agitarás el
alma
honrcándole como a un
extranjero.
El sueño y el despertar
Como yo no entendía nada
ni tú tampoco,
hemos creído que somos de
la misma edad.
Nos hemos confesado uno
frente al otro
el más oculto secreto:
que existimos…
Pero era de noche y, ay,
por la mañana,
terrible descubrimiento,
me había despertado con
la sien sobre tí,
amarilla, gavilla, trigo.
Y he pensado: Dios mío,
¿qué clase de pan sería
yo
y para quién?
Inventar una flor
Nuevamente me apoyo en
las palabras.
No hay música que brote
de los huesos de nadie…
Ni el alma tiene la
adecuada calma
de las horas felices
mecidas
en el alcohol que la
compensa.
Ni el poderoso amigo
cercano a las tristezas y
las grandes ideas.
Ni la fiel mujer
como una vieja zorra
embarazada,
conocedora de los detallados
trabajos del campo,
ni el ángel tatuado con
mapas,
ninguno está presente.
Sólo ellas, las palabras,
apenas deseadas,
como nerviosos
mercenarios
me vigilan el gesto del
corazón,
entumeciendo el revés de
la mirada,
haciendo polvo
las imágenes tradicionales
de mi mundo,
corriendo bajo las ramas,
nadando en el mar,
balanceándose en el aire
lleno de signos…
II
Ay, la comprensión es más
veloz que el tiempo de la comprensión
y ni siquiera existe
comprensión, sólo entendimiento.
Y el horror de ser los
primeros, de estar solos,
de inventarnos
constantemente
en el pasado, imitando la
semejanza de los labios,
descubriéndole dientes
blancos al presente
salvaje.
Puede que de la soledad
nos inventemos amos.
Los dioses no están más
que el futuro.
Júpiter Tonante y la
hermosa Juno recién deben
haber nacido
en la dulce antigüedad
del futuro.
…La intranquilidad, el
horror
de ser los primeros y
únicos,
de ser los gérmenes del
universo.
Las suelas están más
alejadas de la cumbre
que el pasado del
presente. Nosotros
somos gérmenes del
cosmos,
y de la soledad nos
inventamos amos
en el futuro.
III
Cualquier palabra es un
final,
cualquier palabra de
cualquier lengua es un grito
de muerte
de una especie, de las
especies infinitas
que han muerto sin volver
a nacer,
haciéndonos lugar a
nosotros,
los únicos, los primeros
que hemos nacido.
IV
Solo estoy y me apoyo
en la «A», hermosa vocal,
matriz de todas las
letras…
Y el espanto de estar
solos, de ser
los primeros,
de ser gérmenes.
Y la necesidad de
inventar amos,
dioses y flores,
todos, absolutamente
todos en el futuro,
en el futuro verdor al
que llamamos
pasado…
Inventar una flor
cuyo perfume
sentimos.
La quinta elegía
Nunca me he ofendido por
los manzanos
que son manzanos, por las
hojas que son hojas,
por la sombra que es
sombra, por los pájaros
que son pájaros.
Pero los manzanos, las
hojas, la sombra, los pájaros
se ofendieron para
siempre conmigo.
Heme aquí, conducido al
tribunal de las hojas,
al tribunal de las
sombras, de los manzanos,
de los pájaros.
Tribunales redondos,
tribunales aéreos,
tribunales frágiles,
novicios.
Heme aquí condenado por
no saber,
por el aburrimiento, por
la inquietud,
por no moverme.
Sentencias escritas en
idiomas de los granos,
actas de acusación
selladas
con entrañas de pájaros,
frescas penitencias
grises que tengo que hacer.
Me quedo de pie con la
cabeza descubierta,
intento descifrar lo que
me corresponde
por la ignorancia…
y no puedo, no puedo
descifrar nada
y ese mismo estado de
ánimo
se enfada conmigo
y me condena a un
perpetuo esperar,
a una tensión del
entendimiento dentro de ellos mismos.
Hasta llevo la forma de
los manzanos, de las hojas,
de las sombras, de los
pájaros.
Conversación repentina
¿Qué se hizo de aquellos
muchachos soberbios
del final de la guerra?
Bachilleres que iban de
vez en cuando a las casas de putas
y hablaban de vez en
cuando francés
con un discreto acento
europeo.
Alguno publicaba a veces
un librito
de versos,
por su cuenta o por
suscripción,
y nosotros, alumnos,
los leíamos devotamente,
sin comprender
la incomprensión…
¿Dónde están esos
adolescentes
vestidos como hidalgos
melancólicos,
aquellos que nuestros
ojos muy abiertos situaban
en el marco de los
redondos párpados?
¿Dónde estás, señor
pedagogo
del octavo curso,
qué muchacha está
olisqueando aún aquel olor
de joven varón recién
afeitado?
¡Dios mío, qué días tan puros,
Dios mío,
qué respeto podían
albergar
nuestras voces de
imberbes,
nuestras voces que
mudaban!
¿Qué se hizo de aquellos
muchachos soberbios
del final de la guerra?
¿Dónde estás, señor
pedagogo
del octavo curso?
Halerib Khaa
Halerib Khiii…
Hero, loro, oro,
no comprendo, halerib,
Khaa,
no comprendo, aero, loro,
oro…
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© Darie Novãceanu - 2015
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