La presente
antología llena una doble función: presentar al lector de lengua castellana a
Darie Novăceanu, hispanista de gran solera, cuyo trabajo sobre la aproximación
entre el folklore gitano de su país y la poesía de García Lorca se ha
constituido en indispensable en este ámbito, y un segundo cometido, el de
presentar a doce poetas rumanos de entre los más destacados.
La noción de
poesía que da Novăceanu en la nota preliminar: «Suprema venganza del hombre
contra el tiempo: el arte ávido que percibe el latido del tiempo y, como se
reconoce víctima de él, opta por vengarse», acredita un toque de hondura en su
visión general de la existencia; y cuando dice: «Los valores artísticos tienden
a organizarse en un presente antihistórico», denota su viva preocupación de
dotar a la poesía de un trasfondo ontológico.
La primitiva
ambición de Novăceanu era la de incluir treinta o más poetas; hubo de
recortarla, porque su primera idea «hubiera podido ser una buena muestra de
inflación onomástica y al mismo tiempo de dispersión poética». Lo que más llama
la atención a primera vista es que ninguno de estos doce poetas sigue
directrices del llamado en estética «realismo socialista», tan importante en
ámbitos más ortodoxos marxistas.
Todos los poemas
aparecen en alguna medida impregnados de cultura occidental, asimilada con
gran sabiduría y en adecuada dosificación. Se hecha de ver en muchos de ellos
influencia, pero no imitación, de los poderosos simbolistas: Baudelaire,
Verlaine, Mallarmé y Rimbaud, y un influjo del subsuelo de Rilke y Holderlin.
La impronta de Rimbaud y Mallarmé es muy ostensible en los poetas de
vanguardia aquí recogidos. Resulta muy grato para el lector de lengua
castellana la perceptible semejanza entre, por ejemplo, «Cansado» o «Bucólica»
y alguna de las rimas de Bécquer y de otros poemas con la poesía de Alberti,
Lorca y Neruda.
Como advierte
Novăceanu, se trata de una poesía muy porosa, «abierta y receptiva»; esto deja
a un lado todo tipo de consignas, rechazos, dogmatismos, rigideces. Resulta notable la
absoluta separación entre arte y política. Quedan muy lejos de este tipo de
poesía las intransigencias de un Lukács, y es curiosamente Lucien Goldman,
otro rumano, uno de los que con más fuerza se opusieron a los excesos y
durezas de las teorías lukacsianas.
La versión bilingüe hace
resaltar la previa disposición a un encuentro entre nuestras dos culturas.
Incluso sin entender el rumano, salta a la vista y a la sensibilidad, en la
doble lectura, la gratísima resonancia de una latinidad común.
Como detalle a
resaltar: entre los doce elegidos no figura ninguna mujer.
Trazaré las doce
semblanzas con rápidos rasgos. El primero de los poetas presentados, Tudor
Arghezi (1880-1967), es muy perfecto en la construcción idiomática, al decir de
Novăceanu: «Avivó formas literarias desusadas e inventó otras, tales como la
'tablilla', ingeniosa mezcla de narración y ensayo penetrada de un lúcido
lirismo: "¿Por qué estar triste, si
es bello el tardío otoño y cada balcón es una nupcial cesta de flores / y la
ventana se cubre de la hiedra enredada con venas de glicina...'»
Sigue George
Bacovia (1885-1957), en quien el simbolismo francés es más perceptible que en
el anterior. Como dice el antólogo, con bella expresión: «Cantó la lluvia en
invierno, los suburbios y la muerte.» Se caracteriza por una obsesiva
repetición de palabras claves; así:
Solo,
solo, solo.
En
la lejana posada
hasta
el mozo duerme.
Las
calles vacías,
solo,
solo, solo...
Nos trae la resonancia de
«Mujer con alcuza», de Dámaso Alonso. Y el tema de la muerte y del amor,
amalgamados:
Hay
algunos muertos en la ciudad, amor mío,
por
eso vine a decírtelo;
Lucían Blaga (1895-1961) «vitaliza con gran destreza y sentido poético
los grandes mitos de la naturaleza, el nacer, el renovarse y el morir»:
En
la grata distancia, desde el pecho de una torre
siento
cómo se quema el corazón de una campana.
O el principio de «Quietud»:
Tanta
quietud me rodea que me parece oír
el
choque de los rayos de la luna en la ventana.
Ion Barbu
(1895-1962), por medio de un lenguaje mágico y preciso, muestra «un universo
hermético presentado a través de temas filosóficos»:
No
soy más que un eslabón de la gran duda.
Frágil,
la unidad me es efímera, pero
un
racimo de vida, de mi muerte emergen
y
el verdadero nombre que llevé es «Ondulación».
Sigue la parte
de la interesante obra poética de Tristán Tzara escrita en rumano, su lengua
nativa, antes de que adoptase el francés como lengua literaria:
El
viento llora en las chimeneas con toda la desesperanza de un orfelinato
O bien el principio de
«Lamentación»:
Muro
en ruinas
yo
me pregunté
hoy
por qué
no
se ahorcó.
A continuación,
Zaharia Stancu (n. 1902), novelista y poeta. Su novela Descalzo fue traducida a
más de cuarenta idiomas; su obra poética se caracteriza por su «estilo
directo» y su «gran vibración»:
Ahí
está el mar. Ahí la arena.
He
sido mar, he sido arena.
El
dolor empezó en el momento
en
que tuvimos voz y rostro.
Virgil
Teodorescu (n. 1909), inscrito en la obra surrealista, forma parte de la
vanguardia literaria rumana:
Si
cayera, tu sangre me sostendría como una red bien tendida.
Gellu Naum (n.
1915) es surrealista como el anterior y forma parte también de la vanguardia
literaria de su país:
Los
viejos llegaban desde muy lejos, vestidos con sus destrozados cansancios.
Nichita Stanescu
(n. 1933), «uno de los líricos mejor dotados de su generación:
Ha
llegado el otoño, cúbreme el corazón con algo, con la sombra
de
un árbol, o mejor con la tuya.
Ion Gheorghe (n.
1935), «uno de los más inquietos espíritus de la nueva poesía rumana:
Hacia
el anochecer, cuando se dejan caer los hombres hacia el vino,
cuando
las mujeres se ponen las medias fosforescentes,
imagíname
tú y sufre por mí...
A continuación
se nos presenta el antólogo, Darie Novaceanu (n. 1937), que cultiva un tipo de
poesía fino, conceptual e interesante:
Alguien
se viste por la mañana con mis trajes
y
va por las calles, sube a los tranvías,
sale
maldiciendo de los ascensores defectuosos,
compra
periódicos, estrecha la mano de mis amigos,
habla
de mí como Judas, me vende por una sonrisa.
Y, por último,
Dumitru M. Ion (n. 1945), uno de los más jóvenes poetas rumanos:
¿Qué
más necesitamos nosotros, los muertos vivos: una tierra,
un
retraso, una traición...?
Tal es, sucintamente expresada en brillante muestreo, la cita que con la poesía rumana actual, a través de doce de sus representantes, nos ofrece el gran poeta e hispanista Darie Novăceanu.
(Publicado en ARBOR, núm.
337.- Enero 1974)
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C. Darie Novăceanu, 2014