Sărbătorile poeziei
Zaharia Stancu (1902-1974)
Con Descalzo,
novela sobre su propia infancia, traducida a más de cuarenta lenguas, Zaharia Stancu conquista fama
mundial. Ejerció desde muy joven el periodismo; su estilo es directo,
polémico y, al mismo tiempo, de gran vibración poética. Autor de
un gran número depoemas y de una serie de novelas centradas en el
destino de un personaje único, Darie. Fundador de revistas y
periódicos, ha pasado años de cárcel y como presidente de la Unión de los
Escritores de Rumania ha logrado conseguir dignidad y recursos para
esta profesión en condiciones muy dificiles.
Obra. Poesía:
Poemas sencillos; Poemas libres; Cartas
de la llanura; El
árbol
rojo; Los años de humo; Versos; Canción en voz baja; Setenta
poemas;
Campana de oro; Poemas con luna.
Narrativa
y periodismo:Las
flores de la tierra; Los perros; Descalzo; El juego con la muerte;Cuánto te he
querido; El bosque loco; En el imperio de la ceniza; Elviento y la lluvia; La
tribu errante; Para los hombres de esta tierra; El triunfo de la razón; Las
raíces son amargas.
En las
orillas
Allí está el mar. Allí la arena.
He sido mar, he sido arena.
El dolor empezó en el momento
en que tuvimos voz y rostro.
¡Mejor hubiera sido, mejor hubiera sido
encontrarte hace mil años!
¡Mejor hubiera sido, mejor hubiera sido
encontrarte hace cien mil años!
Hubiera robado el fuego del cielo… El fuego
del cielo…
antes que Prometeo, mucho antes que Prometeo,
y lo hubiera traído a nuestra cueva
en las manos, como se traen las frutas
maduras.
Hubiera cazado corzas con mi arco,
búfalos con lanzas de punta quemada.
Hubiera cazado pájaros del Paraíso,
en el bosque del Paraíso para ti.
Hubiera pescado peces de oro para ti,
en este mar tan azul, tan azul.
Te hubiera traído la manzana madura de la
luna,
y la cereza roja del véspero.
Mejor hubiera sido, mejor hubiera sido
encontrarte al principio del mundo.
Ahora me siento solo en las orillas, siempre
solo.
Miro como rompes las olas espumosas,
miro las huellas de tus plantas en la arena
borradas por el viento. Borradas por el agua.
Allí está el mar. Allí la arena.
He sido mar. Y no me has visto.
He sido arena y no me has visto.
He sido mar… y lo seré aún.
He sido arena… y lo seré aún.
Arena sobre todo es lo que seré…
El
árbol rojo
Al borde de las aguas,
al borde de los llanos,
al borde de los cielos,
se alzaron árboles rojos.
Conocí sus frutas: rojas.
Sus hojas conocí: rojas.
Sus semillas conocí: rojas.
El corazón, el corazón, el primer árbol rojo.
Sostenía
en las manos la tierra
Sostenía en las manos la tierra, la tierra.
Tú me decías: la hierba, brotó la hierba.
Sostenía en las manos las nubes, todas las
nubes.
Tú me decías: cayó la tarde, anochece.
Sostenía en las manos el cielo, todo el cielo.
Tú me decías: anocheció, ya es tarde.
Te traía el sol, el sol te lo traía.
Tú me decías: es tarde, es muy tarde ya…
El polvo
del sol
El polvo fúlgido del sol,
el mediodía lo deja caer encima de nosotros,
mas la noche nos sorprende con su almadraba
de hilos secos y destrozados.
Más allá de la ciudad
tal vez ladran todavía los perros,
mas las zarzamoras tupidas y orgullosas
agitan martillos rojos en las manos.
No tengas miedo: la luz de los ojos
no se apaga una vez que se cierran los
párpados.
Los ojos de los que están en el negror de las
tumbas
se los llevan las aguas por el mundo.
Sobre los pinares el polvo del sol, sobre las
casas
doblan las campanas del gran mediodia,
mas los hombres tiemblan bajo la seda
y juegan los corderos de tus rodillas, los
corderos.
Vida
Siempre oigo gritos de hordas
y trote pesado de caballos sin herraduras,
y llanto que se aferra a los esclavos
castigados
con largos latigazos de llamas y con palos.
Crueles carnicerías, crueles carnicerías
brotan en cualquier parte, muy cerca de mí.
Tengo manchas de sangre en los párpados,
mis manos están mojadas de sangre.
Y estoy sin freno, no tengo armadura,
no ambiciono el laurel de la victoria,
no tengo deseos de matar, de robar, de hacer
daño.
Una vieja maldición me empuja a la lucha,
hacia el llano blanco entre apilados huesos,
con el escudo destrozado, con las lanzas rotas…
Regreso
Vuelvo de los luceros olvidados,
de las eternas nieves,
de los majestuosos halcones,
de las cimas como candelabros.
Vuelvo de las luces vivas,
de la piedra dura y áspera,
de los dorados manantiales,
con el redondo sello de la muerte en los labios.
Fauno
viejo
Los olivares verdes, más verdes; el manantial
claro, más claro,
y las ninfas ágiles y siempre jóvenes.
Solamente él, ya torpe, no puede partir la
almendra
más que con las encías ensangrentadas, no con
los dientes.
Despuntadas las pezuñas, se las esconde en la
hierba,
donde ha caído agotado sobre sus costillas
peludas.
Le retiembla la nuca y el tuétano de los
huesos.
Baboso, blanco, el labio le cuelga sobre la
barba.
Solamente la nariz y el placer son siempre
jóvenes,
y cuando las mujeres pasan aún descalzas por
el bosque,
salvajemente saltaría delante de ellas
para cabalgarlas bajo su jadeante aliento.
Intenta gritar: apenas una señal esforzada.
La garganta no le sirve; le tiemblan los
párpados.
Después recuerda que perdió su vigor
e implora mentalmente a los dioses
que lo entierren bajo la hojarasca, piadosos.
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© Darie Novăceanu - 2015