Quién es Quién. César y Burebista
Histria |
Poco o casi nada sabemos sobre la vida
de Burebista, el primero y el más grande
de los reyes de Tracia. Ni donde pernoctaba, ni cómo organizaba y dirigía
las tropas durante sus expediciones militares, siempre ganadas. Su largo
reinado – desde el año 82 hasta 44, según Jordanes –, cuando en otras
geografías los caudillos venían y se iban como las golondrinas, dice bastante
sobre su buen gobierno, pero nada sobre su persona.
Artífice de Sarmizegetusa - física y
espiritual -, de su propia suerte y la de su pueblo que, tras Dromichetes, supo
(con)formar, unificando los pequeños principados geto-dacios y reuniendo las
demás familias, Burebista hubiera merecido un trato mejor al que se le hayan
dado los historiadores, quienes, salvo Estrabón, le mencionan en muy raras
ocasiones, siempre en relación con sus incursiones en las tierras vecinas,
nunca interesados en las obras llevadas a cabo dentro del estado que estaba
construyendo. Las únicas que dan la medida exacta de su estatura política y moral.
Es verdad que, a diferencia de
Dromichetes, vencedor de Lisímaco, el destino no le ha deparado la suerte
de medirse con un adversario de
semejante talle. Una sola vez, en el año 44, había estado cerca, sin llegar a pisar
el umbral de los héroes: el veneno, en su caso, y el puñal, en el de César, han
frustrado el encuentro de los dos.
No sabremos pues, quién hubiera sido
el vencedor: César, que había conquistado un continente en unos diez años,
matando y esclavizando pueblos enteros, o Burebista, que ha sabido construir y
defender su país más de tres decenios y ha dejando tras de sí un pueblo que
sabrá resistir a las embestidas romanas otros ciento cincuenta años…
Posible desde la ficción, un
enfrentamiento entre los dos, indiferentemente
el desenlace final, hubiera conducido, con toda certeza, a otra
configuración política del Oriente europeo. La segunda y última factible – la
primera, la veremos en seguida, se había dado en el año 74 – en cuanto al
destino de la Península Balcánica.
Imperio de Burebista |
De hecho, volviendo a la historia
real, entendemos que tanto Burebista como César no excluían esta indeseada
perspectiva, pero la tenían pensada en otro calendario.
Plutarco, cuyo fuerte no era la
geografía, la recuerda sin nombrarla, pero con suficientes pormenores para que
pudiésemos identificarla. Así, encomiasta siempre, después de glosar la
victoria sobre Pompeyo, en Farsalia – 9 de agosto del 48 – y las demás hazañas
suyas en Egipto – Cleopatra y el incendio de la biblioteca de Alejandría, por
medio -, Asia – la persecución de Farnaces, con la victoria de Zela, al sur del
mar Negro, 2 de agosto del 47 - e Hispania – Munda, 17 de marzo del 45 – y su
designación como dictador por vida – Roma, 14 de febrero del 44 –, el sacerdote
de Delfos, escruta el futuro de César y apunta un periplo largo y de muchas
proezas, destinado a colmar sus continuos éxitos: Proyectaba y preparaba una expedición contra los partos y, tras someter
a éstos y atravesar Hircania a lo largo del mar Caspio y del Cáucaso, para
rodear el Ponto, invadir Escitia, luego recorrer los países vecinos a Germania
y Germania misma, para regresar, a través de Galia a Italia y cerrar así el
círculo del imperio de Roma, limitado en todo su contorno por el Océano. (Vidas paralelas)
Sabemos que para elaborar la Vida de César, Plutarco había agotado
todas las fuentes latinas posibles, incluidos los escritos de éste; aparte las
informaciones directas, recabadas durante sus tres estancias en Roma – entre
los años 70 y 92 – cuando había entablado buenas amistades con personajes
ilustres, como Lucio Anneo Floro o Sosio Seneción, amigo de Trajano. En cuanto
al mencionado itinerario, no le ha sido difícil trazarlo: era, exactamente, la
geografía que le faltaba al Imperio romano para redondear sus límites. Así que
los historiadores no han hecho más que mirar el mapa y pormenorizar el
trayecto, poniendo el nombre de los países y el de los que mandaban en aquellos
territorios. De ahí, inevitablemente, Burebista y su reino.
Concienzudo escudriñador, Theodor
Mommsen es el primero que le menciona: [César]
acariciaba, ante todo, un proyecto de expedición contra los Partos; quería
vengar el desastre de Carras, y pensaba emplear tres años en esta guerra (…);
premeditaba también un ataque contra el geta Borebista, infatigable batallador, que había extendido sus conquistas sobre las
dos riberas del Danubio. (Plan militar de César, Capítulo XI, en Historia de Roma).
La guerra contra los partos debería
comenzar tres días después de los idus de Marzo del 44, lo que significa que en
el calendario de César “el ataque contra el geta” quedaba para los principios
del 41, mientras que, según una fuente escrita en mármol – cuya lectura la
veremos más tarde -, Burebista lo había previsto unos siete años antes. Ninguna
de las previsiones se había cumplido: el mar sin fondo de la traición
humana ha hecho que los dos falleciesen
en orillas diferentes, a distancia de pocos meses, preservando la gloria sólo
para uno y el olvido para el otro.
De
este modo, sobre la vida de César sabemos todo, incluso cosas deleznables,
contadas por el mismo, en tercera persona, y otras, más que reprobables,
contadas por sus adversarios políticos. Descartadas todas por Cicerón - que las
conocía de sobra - en Filípicas.
Porque no eran significativas para su personalidad política.
En cambio, sobre Burebista nos damos
por satisfechos con poder colocar, entre la nada y lo poco que sabemos, la
placa de mármol de Dionysopolis que le enaltece como el primero y el más grande de los reyes de Tracia, sólo para resaltar los méritos de un
ciudadano griego, Arconion, entre estos el de haber sido su representante
diplomático del rey dacio. Dionysopolis, importa recordarlo, se llamará Balcic,
y en nuestros días Varna…
Balcic - Dianysopolis - Varna |
Además, César irrumpe en la historia cuando habían
pasado unos siete siglos de la fundación mítica de Roma y medio milenio de la
real, mientras Burebista no tenía más que la bruma de un tiempo sin historia, como, muy a mi pesar, dice Emil Cioran,
ignorando que sin este tiempo nunca
hubiéramos tenido una historia. Tenía también la leyenda de Zalmoxis,
semilla primordial de una espiritualidad muy fértil. Y las cosechas de las
temporadas mejores, bien cuidadas por Dromichetes y sus sucesores.
Así las cosas, para el retrato de
Burebista tenemos que recurrir únicamente a los documentos descubiertos e
interpretados por la arqueología y la etnología. Los que, al fin y al cabo, son
testimonios fieles de su tiempo: Un
símbolo, un mito, cierto estilo de vida, reconstituido con el auxilio de
algunos vasos y utensilios domésticos son infinitamente más significativos,
porque con estos documentos impersonales se puede traer de nuevo a la vida una
cultura y te ayudan a descifrar el sentido de la espiritualidad de un pueblo.
(Mircea Eliade – Bajo el signo de
Zalmoxis)
En este sentido, el empeño de nuestros
especialistas de establecer cuál de las dos localidades descubiertas por la
arqueología era su residencia resulta inútil: las dos. La primera, Arcidava, en Banato (actual comarca de
Vǎrǎdia); y la segunda, Argedava, en Muntenia, por el valle del río Argeş. Dos
letras diferentes y una distancia de unos 300 km. entre los dos
lugares que por su ubicación podrían ser igual de importantes. Como iguales han
sido los resultados de las exploraciones: dos ciudadelas bien grandes,
defendidas más por el relieve geográfico que por las fortificaciones, sin
ningún recinto espacioso, digno de un rey. Dos residencias, en uso alternativo,
y una tercera que estaba construyéndola, donde, sostienen algunos, no había
pernoctado jamás: Sarmizegetusa. El punto sagrado de un triángulo que aseguraba
la comunicación espiritual del reino.
De este modo, Burebista podía engañar,
despistar e incluso tender trampas a los romanos, de cuyas intenciones nunca
dudaba. Buen estratega, creemos que el mismo ha fomentado la confusión. Como
Átila que, siglos más tarde, bajando hacia Roma para encontrase con Papa León
I, desplazaba su caballería durante la noche y los romanos, al verla en otra colina, no sabían que era la misma…
Madrid - 2005
R - Darie Novăceanu - Et in Balcania ego - 2016