La Guerra Fría calienta cabezas
3.El llanto de Jeremías sobre las ruinas
Puerta de Brandemburgo, 1945 |
Puerta de Brandemburgo - El Muro |
Y
conviene recordar que, aunque deseándolo, las potencias occidentales no estaban
preparadas para este suceso. Desprevenidas, iban tan confusas que parecían
dispuestas a ofrecer andamios nuevos para recuperar el símbolo de sus nunca
confesadas debilidades. Esto explica por qué frente a un acontecimiento que
cambiará el mundo, dan un paso atrás y ponen en la primera fila a segundos o
terceros.
Avanzadilla
errática en un campo de batalla insólito, donde el tiempo y el espacio se
habían reconciliado, privando a los dos bloques de razones y motivos adversos
para estar con el dedo sobre el gatillo.
Así,
desde la mayoría demócrata del Senado americano, George Mitchel consideraba la
caída del Muro como un gesto desesperado
de supervivencia, dejando que el portavoz presidencial, Martín Fitzwater,
sea más sincero: La decisión alemana
oriental había tomado la Casa Blanca por sorpresa, mientras el Secretario
de Defensa – que no era otra persona que Dick Cheney – daba un paso más,
convencido que ahora las posibilidades de
un conflicto bélico entre el Este y el Oeste son menores que durante cualquier
periodo de la posguerra y encargaba al general Peter Williams para asegurar
a las autoridades de Bonn que SUA ponía a disposición por seis meses,
980 camas existentes en sus hospitales militares, en Baden-Wurtenberg y
Renania, para la riada de refugiados procedentes de la Alemania del Este. Riada que no se ha producido: de las
55.500 personas que pasarán al Oeste en el primer día, solamente 3.250 tardarán
en volver a casa, sabiendo que podrán salir tantas veces como lo hubieran
querido.
El Muro de Berlin |
Diez
años más tarde, durante el coloquio conmemorativo organizado por la revista Welt am Sonntang, corregía la frase por soy un hombre prudente, pero nada temeroso y
añadía: Reconozco que quedamos
conmocionados por la velocidad con que se producían los cambios..
Desde
Londres, también con demora, la autoritaria dama
de hierro reconocía de paso, la
visión y el valor de Gorbachov, para acompañar muy de cerca al poco
emocionado Bush: El derrumbamiento del
Muro – resaltaba- no debe implicar el
del sistema defensivo occidental. Si EEUU se hubiese quedado en Europa tras la Primera
Guerra Mundial y hubiese existido la OTAN, no creo que hubiésemos tenido la
Segunda Guerra Mundial. No lo olvidemos. A continuación rehúsa hablar de una hipotética Alemania reunificada.
Porque sería ir demasiado de prisa.
En su opinión estas cosas hay que
hacerlas poco a poco, con mucha precaución.
La Thatcher, reconozcámoslo, es la única voz que más opiniones
suelta. Pero pecaríamos de inocentes su creyésemos que son fruto de un estado
emocional. Siempre muy sensible al
caminar de la historia, no desandaba a ojos cerrados los setenta años, para
volver a Versalles (1919), sino que trataba de llevar el futuro hacia un pasado
inexistente, imaginado según sus deseos. La “hipotética Alemania
reunificada” estaba a la esquina que
amanecía, y esto suponía un cambio radical en la política internacional, donde
Londres tenía muchos motivos para ver disminuyéndose su poderío.
Gorbachov, Bush, Kohl |
Hasta
el mejor sabedor de los mismos caminos, pensando en llevarlos hacia otros
derroteros, François Mitterrand, andando
aquellos días por Dinamarca, se retiraba vacilante detrás del burladero
hamletiano – La decisión de la RDA abre
vías mejores para Europa, pero más difíciles -, encargando a Michel Rocard
y Roland Dumas con la interpretación del críptico mensaje.
Descifrado
desde Bruselas, por Manfred Wörner, secretario general de la Alianza Atlántica,
ex ministro alemán de Defensa, no vacilaba en puntuar la incógnita: si los cambios políticos en Europa del Este
tomarán un giro violento, podrían tener consecuencias desastrosas.
Al lado
de estas circunspecciones, reflexiones, y advertencias, el pensamiento claro y la voz pausada del papa Carol
Woityla: será el pueblo alemán el que
deberá decidir en el futuro la forma que tomarán las relaciones entre los dos
Estados, añadiendo luego el matiz necesario: no se puede echar atrás el reloj de la historia.
Obviamente,
detrás de todas estas declaraciones – la hemeroteca da para más -, se encuentra
la materia prima, los borrones, los cables de los servicios de información y
las conversaciones telefónicas, a varios niveles, de los gobernantes de los dos
bloques que por lo pronto, quedaban sin línea divisoria. Archivos irrelevantes
todos, si es que no habían traspasado el desconcierto evidente, determinando
otras actitudes. Como la presencia inmediata de Bush, en Berlín, al lado de los
escombros del Muro.
Sugerida
aquella misma noche por sus colaboradores, Bush ha tenido el buen cuidado de
desoírla, según confesará durante el mencionado coloquio, ofreciendo una
explicación más que razonable, pero incompleta: No sabíamos qué fuerzas se podían desatar – cuenta - y aclara: No
queríamos complicar aún más la vida de Gorbachov, puesto que era inmoral
ponerle el dedo en el ojo.
Motivación estupenda, conservando para sí el motivo fundamental: el
encuentro a solas, lejos de las miradas del mundo, en las aguas de Malta,
estaba ya establecido (2-3 de diciembre), con los materiales previos de trabajo
bien elaborados.
Puerta de Brandemburgo, hoy |
las tan ridículas apariciones de Jon F Kennedy (Yo soy un berlinés. - 23 de junio de 1963) y Ronald Regan (¡Señor Gorbachov, derribe usted este Muro! -12 de junio de 1987) no habría adquirido mejor significación. Lo más que hubiese podido traer a la memoria este nuevo retrato hubiera sido algo así como un segundo llanto de Jeremías sobre las ruinas, tras la toma de Jericó y la caída de sus muros: Y cuando el pueblo oyó el sonido de la trompeta, comenzó a gritar con grande algazara, y se derrumbo la muralla y el pueblo subió, cada uno por la parte que tenía frente a sí y tomaron la ciudad. (Josué. VI, 20)
Ninguno
de los tres era Nabucodonosor.
Madrid,
2001- 2014
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© Darie Novăceanu – 2014.
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