Sărbătorile poeziei
Dimitrie Stelaru (1917-1971)
Nacido en una aldea de
las orillas del Danubio, pasó gran parte de su
vida en ocupaciones
inexplicables para sus biógrafos, como portero o
estibador, durmiendo en
los parques o en las calles. Comenzó a publicar
poesía en 1937, editando
sucesivamente cinco volúmenes de su
creación, para callarse
después por un período de casi diecisete años.
OBRA: Poesía: Abracadabra; La primavera
del dolor; Maldición,
Escalones de mármol; La noche del genio; Las
fortalezas blancas;
Hombres y llamas; Mare incognitum; Non-muerte;
Columnas; Los dioses
cazan ratones; La serpiente Marao.
Para algunos
Después de mi muerte ¿de
quién será la tierra
y los búfalos salvajes y
estrellados?
Debajo de mis ruedas de
rayos azules
Olivia tendrá fiebre
y dibujará mi retrato sin
cara
y ¡qué montón de manos
ávidas
por las siete monedas
dentro del ataúd!
Te quedas en la tela de
araña para coger el oro,
nunca habías caído de la
luna,
ni las piedras de los
ríos
te han hecho sangrar los
pies.
Eres tan pequeño bajo la
luz de los relámpagos
que nadie tiene sed de
ti.
Solo
Estoy tan solo en este
mundo
como Dios sin cielo,
sin hombres, sin nadie;
como sólo yo lo estoy.
La mujer que vendía opio,
se ha caído junto al
árbol, hambrienta.
Estoy tan solo, Dios mío,
que puedo oír mis raíces
como regresan hacia la
tierra,
hacia la tierra y la
muerte.
Joven viejo
Cuando era viejo
amaba a los caballos, las
crines
y la salvajería,
detrás de mí gritaban las
estrellas errantes.
Me he reído en el lomo de
los fantasmas
vestidos al final con
mucho pudor;
olvidado por las
plañideras
como una campana sin voz,
mi fuego ya es ceniza.
Ahora soy joven como
Marsyas
y los caballos pastan la
hierba de mi cuerpo.
Perros
¡Diantre! qué negro eres;
tienes los colmillos
más blancos que su
corazón.
Jamás has lamido el
hocico
de los chivos y de los
gatos o el de otros infames.
Nosotros somos hermanos y
somos reyes,
entre los locos de abajo;
vámonos para aullar por
la libertad
y para roer el último
hueso.
Ángel vagabundo
Nosotros, Dimitrie
Stelaru, jamás hemos conocido la
Felicidad,
más allá de la Humildad
no hemos tenido otro Sol;
pero ¿hasta cuándo, ángel
vagabundo, hasta cuándo
este cuerpo desnudo y
hambriento?
Nos hemos partido los
huesos
sobre las losas de las
iglesias,
por los bosques, por los
barrios pobres,
nadie nos ha mirado al
menos una vez,
nadie, nadie…
Nos estamos muriendo con
cada obstinación
y la herida de las manos
busca el pan tirado.
Los grandes jueces nos
han encarcelado,
perseverando en la niebla
de sus leyes;
sobre nuestras frentes
pálidas han escrito:
«Vagabundos, ladrones,
locos. Piltrafa del pueblo.
Su casa es la cárcel.
Cerrad bien las puertas».
Algún día, tal vez al
alba, sangraremos
y las horcas nos llevarán
al cielo.
Pero no tengas pena,
Dimitrie Stelaru, no tengas pena,
algún día vendrá también
para nosotros la gran fiesta,
tendremos pan, mucho pan
y una botella de menta
sobre la mesa.
Para los jueces
Y vosotros, hombres
honrados, vosotros,
mujeres vestidas de
pasiones,
¿por qué no llorar? ¿Cómo
quedarme
entre las paredes con el
fantasma
de la que robó mi amor?
Yo le hablaba como si
fuera pan dulce,
cubría las suaves noches
con el sonido de su
cuerpo.
Era tan bella que la luna
hacía bajar
sus perezosas mariposas
sobre la luna de su
vientre
y se quedaba a su lado
como una nieve astral,
hasta en la madrugada,
cuando la alegraba la
salida del sol.
Cuando sus manos se
plegaban hacia el Norte,
o hacia el Sur –allá
estaba yo. Siempre conmigo.
Se me antoja que hasta el
rugido del viento
hacía parar sus largas cuerdas
al lado de los estambres
de sus dedos.
¿Cómo quedarme entre las
paredes
con el fantasma de la que
me robó el amor?
El camino, los bosques
del sueño y la muerte,
incluso la muerte,
empezaban desde el jardín
de su cuerpo.
Pero su alma estaba en
otra parte, se había ido.
Como una depravada, me
vendía escoria y palabras.
Me hacía emborrachar con
mi propia borrachera.
Así fue como perdí mis
sentidos,
asi perdí mi razón,
sus señorías,
vosotros, hombres
honrados y vosotras,
mujeres vestidas de
tantas pasiones.
R. Darie Novăceanu- 2014