Sărbătorile poeziei
Tristan
Tzara (1896-1963)
Nació en la ciudad de
Moineşti y pasó su primera juventud en Bucarest,
donde publicará sus
primeros poemas en las revistas Simbolul;
Noua
revista, Chemarea etc., poemas que han quedado dispersos hasta que
su amigo poeta, Saşa
Pana, los ha publicado en una edición imposible
de encontrar de 200
ejemplares, en la editorial Unu, en
el año 1937.
Permaneciendo estos
poemas totalmente desconocidos en otros idiomas,
es el mismo Saşa Pana el
que publicará, en 1971, una nueva edición,
ampliada y con una tirada
mayor. Del total de 34, hemos elegido
como muestra sólo algunos
que anuncian, desde su primera formación
rumana, al futuro “dada”.
Tristan Tzara abandonó su país en 1916, pero
mantuvo una estrecha
relación con la cultura rumana, sobre todo con el
grupo de los poetas
vanguardistas. Establecido primero en Zúrich y
luego en París, escribió,
desde entonces, toda su obra en francés.
La segunda edición,
completa y bilingüe, es obra nuestra, editada por
Prensas Universitarias de
Zaragoza, en 2002.
Vacaciones en la provincia
En el cielo los pájaros
inmóviles
como las manchas que
dejan las moscas
los criados hablan
delante del establo
y en el sendero florecen
las boñigas de las bestias.
Por la calle pasa el
señor con su hija
alegría de los mendigos
al anochecer
pero tengo en casa un
Polichinela con cascabeles
para olvidar mi tristeza
cuando me engañas.
Mi alma es un albañil que
regresa del trabajo
recuerdo de olor a
farmacia limpia
dígame vieja lo que érase
una vez
y tú prima avísame cuando
cante el cuco.
Tenemos que bajarnos al
barranco
que es Dios cuando
bosteza
reflejarnos en el lago
con verdes sedas de
ranas.
Seamos pobres al regresar
llamemos a la puerta del
extranjero
con el pico de los
pájaros en la corteza de la primavera
o no vayamos a ninguna
parte
blanco luto de la chica
del vecino.
Anochece
Vuelven los pescaderos
con las estrellas del agua,
reparten comida a los
pobres,
ensartan rosarios para
los ciegos,
los emperadores salen de
los parques
a esta hora que se
asemeja
a la vejez de los
grabados
y los criados bañan a los
perros de caza,
la luz se pone los
guantes;
ábrete pues, ventana,
y sal, noche, del cuarto
como el hueso del melocotón.
Dios peina la lana de los
enamorados sumisos,
pinta los pájaros con
tinta,
cambia la guardia en la
luna.
–Vamos a cazar
escarabajos
para guardarlos en una
caja.
–Vamos al río
para hacer vasos de
barro.
–Vamos a la fuente para
besarte.
–Vamos al parque comunal
hasta que cante el gallo
para escandalizar a la
ciudad,
o al establo para
acostarnos
para que te pinche la
hierba seca
y oír el rumiar de las
vacas
que después añorarán a
los terneros.
Vamos, vamos, vamos.
Lamentación
Muro en ruinas
yo me pregunté
hoy por qué
no se ahorcó.
Lia, la rubia Lia
de noche con una soga.
Podría haberse mecido
como una pera madura.
Y habrían ladrado
los perros de la calle
habría llegado gente
mucha para verla.
Habrían gritado
«cuidado que no caiga»,
yo habría cerrado
el candado de la puerta.
Habría llevado una
escalera
para bajarla
como una pera madura,
como una moza muerta
y la habría conducido
hasta una bella cama.
Domingo
El viento llora en las
chimeneas con toda
la desesperanza de un
orfelinato
acércate como un barco al
matorral
prepara las palabras como
las blancas camas de una
enfermería
porque allí puedes llorar
sin estorbo
y huele a membrillos y
abedul.
Cuéntame de paisaje
lejanos,
de gente curiosa,
de la isla de los loros,
mi alma está alegre y
atónita
como un amigo que regresa
del hospital.
En tu voz hay mujeres
viejas y buenas
tu brazo pasa por mi
pecho como un arroyo
me gustan los animales
domésticos
de la casa de fieras de
tu alma.
En el puente un hombre
inclinado
le silba al agua sin
pensar
en nuestro sitio hace
calor y alegría
como si hubieran nacido
los corderos
y tu cuento se duerme
como un niño
arrullando a un elefante
de trapo
en nuestro sitio hay un
silencio donde podrían
beber agua los caballos
como en la fuente.
Pasan en largas filas por
la calle las colegialas
y en cada mirada hay una
casa paterna,
con buena comida y
hermanas menores
y con flores que se
columpian en las ventanas.
Transita el viento por
los corredores cuando anochece
como una larga serpiente
golpeando las piedras con su cola.
El lago está cosido con
hilo
los ahogados salen a la
superficie,
los patos se alejan.
En casa de los vecinos
el padre besa a la hija
indiferente,
le aconseja al despedirse
el arroyo se cerró como
detrás de una muchacha
las puertas de un
monasterio
era el espantoso gorgoteo
del suicida,
las ranas han callado un
instante.
Voy a encontrarme con un
poeta triste y sin talento.
Prima, colegiala
Prima, colegiala vestida
de negro, cuello blanco,
te quiero porque eres
ingenua y estás soñando
y eres buena y lloras y
destrozas cartas sin sentido
y te pones triste porque
estás lejos de los tuyos y aprendes
con las monjas donde
falta por la noche el calor.
Los días que quedan hasta
las vacaciones cuentas otra vez
y te acuerdas de un
grabado español,
en el que una infanta o
duquesa de Braganza
viste un traje largo como
mariposa sobre una corola
y se divierte dando de
comer a las gatas esperando a un caballero.
En la alfombra hay loros
y otros pequeños animales,
pájaros que cayeron del
cielo
y tendido junto a la
butaca enlutada
en el suelo –delgado y
tiritando– hay un podenco
como una piel de armiño
caída de los hombros.
Ella quiere levantarse,
pero
se acuerda de algo y
acaricia el collar
porque ve al caballero –y
eso es todo:
se acerca al canapé la
hermana Beatriz o Evelina,
la profesora de historia
o la de griego y latín
Ay, por qué cuando se
acercan las vacaciones
ay, por qué los días
pasan tan lentamente…
Las hojas y las flores
caen como hojas del calendario;
la vida es triste, sin
embargo es un jardín!
Y la infanta o duquesa de
Braganza
se duerme otra vez y no
te importa –pues cuentas
otra vez los días con los
dedos– hasta las vacaciones.
Empiezo de nuevo la carta
y escribo: «ma chère cousine
je croyais hier entendre
dans ma chambre
ta voix tendre et
câline»…
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© Darie Novăceanu - 2015